17.10.06

sopor existencial

No es justamente en los momentos en que una debería sentirse fuerte y decidida cuando tiene que levantarse sintiéndose atropellada por un camión, obligada a vivir. No viene bien esa actitud, aún más cuando se debe asistir a un asado familiar en que todos se pelean y cuando un hermano grita:
-¡No quiero nada! ¡Me quiero ir!- Una se traga las ganas de poner en obra lo que el otro tan sólo puede aportar en palabras.

Y a pesar de que el estómago ya se le cerró, acepta el maternal plato de fideos, y pica algo de carne para pasar desapercibida.
Luego se escapa a fumar a la terraza hasta que todos se van.
Luego regresa y permite que la amorosa madre le corte el flequillo.

Pero no es mi familia lo que me molesta, soy yo.

No debería levantarme así, tan necesitada de drogas para sobrevivir, de pastillas que rosifiquen mi existencia. Debería prohibirme el empezar la mañana añorando continuar el día del gran lavado, debería hacer eso, o censurarme y quedarme dormida, con el teléfono apagado, con la puerta cerrada, a oscuras, bajo las sábanas, sin enfrentamientos.

Y hoy venir y escribir esto para exorcisar el malestar, y publicarlo sin corregirlo, por temor de volver sobre las palabras.
Hacer como si no importara si los tiempos verbales no encajan, fingir que yo no quiero ser aquello que deseo. ¡Total! A quien gana 35 millones le dan 2,50.

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