1.8.05

rojo, como encendido

Ayer fui en busca de más aventuras y relatos para mi terapia. Por supuesto, el lugar ideal era la casa de mi madre. Entré. El perro no ladró. Mi hermano dormía. Mi mamá no estaba!!!

Deposité la docena de facturas en la mesa de la cocina, me deprimí un poco con el desorden que había dejado mi hermano la noche anterior: platos sucios en la mesa, esperando que el genio mágico los lavara. Lamenté haber gastado dinero en facturas que yo no debería comer.
Me dije: al menos voy a desayunar. Puse la pava y la yerba en el mate. Pasé el agua caliente al termo.

Y claro: no podía salir indemne de la casa materna. Al cebar el mate por primera vez, un gran chorro de agua hirviente (o casi) afloró como de un geiser, para quemarme el brazo.

Chau chau, le dije al perro y me fui.

....

Horas más tarde, en Temaikén, mis sobrinos cariñosos me agarraban del brazo. Una y otra vez, una y otra vez.

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