Salir por el barrio de San Cristóbal, un viernes a la noche, a eso de las 00:30 am.
Pararse en la oscura parada del colectivo 23. Esperar.
La luz de la calle se prende y se apaga.
Vuelve un muchacho de jugar al fútbol, con sus medias largas hasta arriba, el pantalón corto, un par de abrigos encima. Pasa a mi lado, en esa calle oscura, me susurra un hola, y prosigue sin detenerse.
Vuelve un chico a su casa en una moto de delivery. Se saca el casco, me mira, me mira.
Abre la puerta.
Llega un tipo caminando por la misma vereda, se da vuelta a mirarme. Saluda a su amigo, y se quedan un rato observándome. Con cara de disyuntiva.
Un palio rojo se para en el semáforo. No miro hacia adentro.
Una voz me invita a tomar un café. Luz verde, se marcha.
La luz de la calle se prende y se apaga. Produce un efecto de irrealidad.
Pasada media hora, o qúizás más, decido moverme hacia la próxima parada. Un restaurante está cerrando, un hombre saca las bolsas de basura, mientras empuja a la patadas los bultos, me mira. Luego entra y apaga las luces, sale con su mochila.
Yo me tomo un taxi.
...
Ahora en serio: quiero que analicemos el comportamiento de esos hombres ya!
1.8.05
notas de seducción
Grushenka lo dijo a las 1:32 p.m.
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