Me agarré del asiento, era de uno, pero iban dos: un niño a upa.
En primer lugar, pensé que nadie llevaría a un infante en horas pico a un lugar muy lejano. Me quedé ahí, entonces, esperando el milagro.
Luego, observé que la madre era joven. Noté que estaba recién bañada, porque mi mano se humedecía al contacto de su cabeza. "Coqueta".
El niño sacó la mano por la ventana, entonces realmente la vi: no era más que una casi adolescente de unos 14 años. El que llevaba a upa era su hermanito, y la madre, que iba parada al lado mío, tenía cara de cansada. En el asiento de adelante, estaba otra hermanita, más chica aún.
Recién se bajaron en Once, y yo me quedé con la sensación de que nunca entiendo nada, y de que el mundo, siempre, siempre es muy distinto a como uno lo ve.
14.2.07
colectivo
Grushenka lo dijo a las 12:14 p.m.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentarios:
y cómo nos despistan las señales supuestamente bien aprendidas
Publicar un comentario