Nocturno II

Tendidos en la cama, tapados con una sábana blanca.
El control remoto en tu mano, cambiando. Dejamos un programa de humor. No es muy gracioso.
Hace un rato hicimos el amor. Ahora descansamos.
Los sketchs transcurren sin pena y sin gloria. Al rato te veo acomodarte el calzoncillo. Un pimpollo rosa se asoma. No le das importancia. Sin darle importancia yo tampoco, acaricio la rama.
Un ir y venir como el viento es el movimiento de mi mano. Tu cara no se inmuta. Seguís viendo el programa y haciendo zapping en los comerciales.
Después de un buen rato, me mirás de soslayo. El juego de hacerse el desinteresado te empieza a parecer terrible.
Durante una propaganda de alimento para perros, te destapás un poco y despatarrás las piernas.
Yo siento, bajo el algodón suave y blando, la tensión de tu piel que hierve.
Los cómicos se esfuerzan. Pienso que tu sentido de la vista se debe estar borroneando. Te acomodás los anteojos, carraspeás.
Meto la mano por debajo, la piel es suave. Espío un poco. Las venitas surcan la superficie a lo largo. Me gusta meter la mano, y separar la panza de tu miembro que se le adhiere.
Es tan suave.
En la pausa, soltás el control remoto, y con un movimiento rápido, te sacás los calzoncillos.
Yo miro de reojo la pantalla, distraída.
Cuando regresa el programa del corte. Mi mano baja por tu vientre. Se detiene en el ombligo. En los pelitos del pubis. Puedo sentir tu mirada intensa sobre mi coronilla. No me apuro. El juego ya está establecido.
Después me entretengo con el relleno viscoso y movedizo de tus testículos. Presionar suavemente, soltar luego. Paso la mano por encima de todo. En la punta una gota se asoma. Estás inquieto de pronto, esperando el ya inminente contacto de mis labios. Yo juego a esparcir el líquido -con un dedo-, lentamente.
Te volteás de costado, mirándome muy serio. Yo entrecruzo los brazos sobre la almohada y sonriendo, me desperezo.

Tus manos son ahora las que bajan por mi espalda y entreabren mis nalgas.